Por: Uriel García Varela
1. Introducción
Al emprender la práctica de la
psicoterapia psicoanalítica en la ciudad de Puebla, además de las múltiples
dolencias y conflictos de mis pacientes, hube de encontrarme con otras
dificultades que sobrepasan los límites del consultorio. La primera de ellas es
la escasa información que existe sobre lo que el psicoanálisis es, cómo
funciona y cuáles son sus aplicaciones terapéuticas. Alguien podría decirme:
“Pero las personas no están obligadas a conocer la naturaleza del proceso
analítico como tú no estás obligado a conocer sobre ingeniería agropecuaria” y
tendría absoluta razón. La dificultad que señalo no radica en los legos sino en
algunos profesionales de la salud mental que no solamente mantienen cierto
desconocimiento con respecto al psicoanálisis, sino que su mal entendimiento de
las teorías y aplicaciones del mismo los lleva a tener y -sobre todo- a compartir
una visión parcializada y hasta caricaturizada de nuestra labor. Es común
escuchar al profesor de psicología decir frases como: “El psicoanálisis es
anticuado”, “Para el psicoanálisis todo es sexo”, “Es una terapia intelectual
que no trabaja con los afectos”, “El psicoanálisis no es parte de la
psicología”, “El psicoanalista es alguien frío y poco empático”, junto con un
largo etcétera[1]. Es
de esperarse que la transmisión de este mal comprendido conocimiento aumente
las ya poderosas resistencias tanto a la teoría como a la terapia
psicoanalítica.
Esta dificultad ha resultado harto
familiar desde la creación de nuestro tratamiento. Betty Joseph, en una
reciente entrevista en el instituto psicoanalítico de Londres, dijo: “Hoy en
día hay demasiado anti-análisis, y uno tiene que lidiar tanto con eso como con
las dificultades de los pacientes”. Así pues, sabía lo que me esperaba al
comenzar mi práctica privada. Sin embargo, existe una segunda complicación que
resulta todavía más intrincada: Me he encontrado con un grupo de personas autoproclamadas
“psicoanalistas” que promueven una visión sesgada y totalmente
descontextualizada de la terapia
mediante un único enfoque teórico, ignorando o dejando de lado las múltiples
escuelas surgidas en la segunda década del siglo pasado.
Lamentablemente, estas personas
practican únicamente un psicoanálisis
silvestre. Este término fue acuñado por Freud en 1910 y se refiere a las
intervenciones de analistas aficionados, que se basan en conceptos
psicoanalíticos con frecuencia mal entendidos para interpretar síntomas,
sueños, palabras, actos, etc.(Laplanche, 2010) Estas interpretaciones no toman
en cuenta una determinada “situación analítica”, intentan revelar directamente
los contenidos inconscientes sin considerar las resistencias y –más importante-
la transferencia, que es la piedra angular del tratamiento psicoanalítico. Justamente
este tipo de psicoanálisis mal llevado confirma a nuestros colegas, alumnos y
legos, muchas de las ideas erróneas que durante años se han tenido sobre
nuestra disciplina.
El objetivo de este trabajo es aclararle
-tanto como sea posible- a colegas, estudiantes, analistas aficionados y al
lector en general, la naturaleza de la
terapia psicoanalítica, cómo se lleva a cabo y sobre todo, qué es lo que cura y
cómo lo hace. Es importante saber que la terapia psicoanalítica ha sufrido un
desarrollo de más de cien años, se ha ido actualizando y adaptando a las
necesidades de la sociedad, los momentos históricos y las situaciones
culturales en determinados contextos. Sinceramente creo que sería un ejercicio
inútil y penoso el aplicar una técnica psicoterapéutica diseñada para la Viena de principios del siglo
XX con pacientes en el México del año 2012. Es importantísimo comprender que la técnica debe ser adaptada a los pacientes
y no los pacientes a la técnica. Actualmente no existe un psicoanalista que
se diga a sí mismo “ortodoxo”. Todos nos hemos enriquecido con las esenciales aportaciones
de la escuela de relaciones objetales, de Klein, de Winnicott, de la psicología
del yo y del self y hasta del
reciente ejercicio de conciliación entre el psicoanálisis y las neurociencias. Evidentemente
existen preferencias teóricas, pero nunca se abandona o se deja de lado el
conocimiento psicoanalítico total.
Me
gustaría poder abarcar en este escrito todos los mencionados aportes a la
terapia, sin embargo, habré de omitirlos, enfocándome en un importante malentendido
que he observado durante los últimos años; la primera concepción errónea que se
tiene sobre el psicoanálisis es en torno al método de Freud que, más que ningún
otro, merece ser aclarado. Ahora bien, si evidentemente en la actualidad no trabajamos
como Freud lo hacía, entonces ¿para qué molestarse en explicar una técnica que
está en desuso? He de aclarar esta cuestión: En primer lugar, en este texto me
limitaré a desarrollar únicamente los puntos del método clásico que tienen vigencia y que son la base de todas
las terapias posteriores. Y en segundo lugar, creo absolutamente necesario
entender a Freud para poder estudiar a los autores más recientes; O ¿Acaso
alguien podría comprender la física cuántica sin haber estudiado profundamente
la mecánica clásica de Newton?
[1]
Alexis Schreck, Gabriela Mustri, Tammy Kalach, Miriam Grynbeg, Luz María
Peniche, Amelia Jassán y otros brillantes profesores de la Asociación
Psicoanalítica Mexicana, abordaron estos y otros temas en su esclarecedora obra
Los Mitos del Diván (2010, Editorial
Otras Inquisiciones).
2. La
psicoterapia de Freud
Por razones que desconozco pero
que puedo adivinar, muchas personas -sobre todo profesionales de la salud
mental- mantienen la idea de que la cura psicoanalítica consiste en recordar lo
reprimido y hacer catarsis. Esto me resulta desconcertante ya que la terapia
catártica no es producto de las ideas de Freud; fue creada por Joseph Breuer a
finales del siglo XIX. Breuer pensaba que cuando el paciente -mediante
sugestión hipnótica- lograba recordar el evento traumático y conectarse con el
afecto “secuestrado” quedaba curado de su neurosis. Freud utilizó esta técnica
durante el tiempo que duró su relación amistosa y científica con el Profesor
Breuer. Sin embargo, el método catártico fue abandonado por tres principales razones:
1) Freud se dio cuenta que la
sugestión hipnótica era una manera sumamente violenta de ingresar a los
contenidos más privados, oscuros y hasta vergonzosos de los pacientes. Esto
traía como consecuencia que un recuerdo recuperado en catarsis fuera nuevamente
víctima de la represión y su efecto terapéutico quedaba anulado. Es decir, la
cura era solamente temporal. En su artículo Sobre
psicoterapia de 1904, comenta:
Por mi parte, renuncié tempranamente a la técnica sugestiva,
y con ella a la hipnosis, porque dudaba mucho de que la sugestión tuviera
fuerza y persistencia suficientes para garantizar una curación duradera. En
todos los casos graves vi desvanecerse pronto la sugestión sobrepuesta y reaparecer
la enfermedad o una situación equivalente. (Freud, 1904, p.101)
2) La actitud pasiva que tenía el
paciente le hacía percibir el nuevo conocimiento adquirido sobre sí mismo, como
algo externo a él. Para esto Freud resolvió que el terapeuta no debía “sustraer”
los contenidos inconscientes, sino que el paciente mismo debía guiarlo hasta
ellos.
3) La técnica catártica tenía el
inconveniente de ocultar el funcionamiento de las fuerzas psíquicas, no dejando
reconocer, por ejemplo, las resistencias y otros importantes factores cuyo
estudio facilita la comprensión de la conducta de un individuo.
En los últimos años del siglo XIX, Freud
cambió la hipnosis y la sugestión por la asociación
libre (regla analítica fundamental), método que seguimos utilizando el día
de hoy y que consiste en la expresión por parte del paciente, de todos los
pensamientos que le vengan a la mente evitando la autocensura, ya sea a partir
de un estimulo (recuerdo, evento, sueño, etc.) o de forma espontánea. A partir
del desarrollo de la asociación libre como método, Freud emplea el término
“psicoanálisis” para asignar a su nuevo modelo psicoterapéutico, abandonando
para siempre la catarsis. Incluso, vale la pena señalar que la palabra
“catarsis” no se encuentra en el mundialmente consultado Diccionario de Psicoanálisis de Jean Laplanche y Jean-Bertrand
Pontalis. Espero que con esta brevísima reseña histórica quede aclarado que la cura
en la psicoterapia psicoanalítica no consiste
en la catarsis y en hacer consciente lo inconsciente. ¿Entonces en qué
consiste? Claro que hacer consciente lo inconsciente es muy importante; es el
primer paso que dirige hacia la cura, pero no es la cura en sí misma, hay algo
más.
1) Freud se dio cuenta que la
sugestión hipnótica era una manera sumamente violenta de ingresar a los
contenidos más privados, oscuros y hasta vergonzosos de los pacientes. Esto
traía como consecuencia que un recuerdo recuperado en catarsis fuera nuevamente
víctima de la represión y su efecto terapéutico quedaba anulado. Es decir, la
cura era solamente temporal. En su artículo Sobre
psicoterapia de 1904, comenta:
No hay comentarios:
Publicar un comentario