(Trabajo presentado en la Quinta Jornada del Centro de Estudios de Postgrado de la Asociación Psicoanalítica Mexicana: "Depresíón ¿Disfraz de la Melancolía?: Aspectos psicoanalíticos de los estados depresivos" el 23 de Junio del 2012)
Por: Uriel García Varela
1.
Introducción
En cualquier contexto, el buen
uso de las palabras es sumamente importante y en nuestra disciplina es más que
imprescindible. En la actualidad existen decenas de términos psiquiátricos,
psicoanalíticos y psicopatológicos que son constantemente utilizados en el
lenguaje común para designar fenómenos cotidianos que, si bien guardan cierta
relación con algunas patologías, se alejan considerablemente de su significación
original. Es común que cuando un familiar cambia en poco tiempo de estar alegre
a estar enojado se le llame “bipolar”; cuando una mujer grita desesperadamente
se le llame “histérica”; ó cuando un adolescente se retrae de sus amistades y
prefiere pasar tiempo consigo mismo se le llame “antisocial”. Este mal uso de
las palabras y la distorsión de su significado específico, resulta en un mal
entendimiento por parte de los legos y en una pobre comprensión de sus propios
estados anímicos. Este no es el caso de la palabra “depresión”. Winnicott
afirmó: “El término depresión tiene un significado popular y otro psiquiátrico;
curiosamente, ambos son muy semejantes.”[1]
(p. 84, 1963) Cuando una persona experimenta pérdida de energía, se siente
triste o vacío y disminuye su interés por la vida, usualmente afirma: “Estoy
deprimido” y es muy probable que tenga razón.
Los fenómenos depresivos que continuamente
observamos en nuestra labor clínica, han mantenido invariablemente una
connotación negativa basada en la concepción médica de salud y enfermedad que,
a su vez, ha permeado el saber cotidiano. Esta connotación queda confirmada
debido al innegable dolor psíquico que acompaña dichos estados: Nadie puede
negar que la depresión es algo indeseable. Por ello, muchos clínicos, quienes
buscan sacar de ese estado a sus pacientes, intentan suprimir los síntomas y
alejarlos de su dolor mediante psicoterapias breves y farmacoterapia, llegando
la mayoría de las veces a resultados exitosos. Y con mucha razón; ¿Quién podría
encontrar en la experiencia subjetiva de la depresión algo “valioso”?
Una persona deprimida sufre; se aleja de
las interacciones sociales, experimenta sentimientos de inutilidad, se
trastorna su sueño y su soñar, deja de sentir placer, tiene ideas recurrentes
de muerte e incluso puede dañarse a sí misma o poner fin a su vida. Sin embargo
–y afortunadamente-, esto representa solamente una cara de la moneda, una parte
del espectro depresivo que resulta ser mucho más amplio. Existe otra faceta de
la depresión, aquella que promueve la introspección, la reparación y la
integración del yo en una unidad. Lo que estoy diciendo es que podemos utilizar
la depresión de nuestro paciente a su favor y mediante ésta, fomentar su crecimiento
personal, la integración de sus objetos y de su self, ampliar su conocimiento
sobre sí mismo y su capacidad para reparar y repararse.
Mientras escribía la primera versión de
este trabajo, un colega no analítico me preguntó: “¿Entonces tu propuesta es
que se depriman los pacientes?” Desde luego que no. Lo que intento es mostrar
la otra cara de la moneda de los fenómenos depresivos y defender la idea de Winnicott (fundada en
el pensamiento de Melanie Klein) de que la depresión trae consigo no solamente
malestar y desgracia; la depresión tiene valor, aunque éste permanezca latente.
[2]
2.
Melanie
Klein y la posición depresiva
La teoría de las posiciones de
Melanie Klein abrió un nuevo campo en el entendimiento psicoanalítico de la
personalidad y la psicopatología al enfocarse en las etapas más tempranas del
desarrollo. Fue quizás Klein, mediante la descripción de la posición depresiva en 1934[3],
la primera teórica en utilizar el adjetivo “depresivo” para referirse a un
fenómeno valioso y esencial para la maduración de cualquier individuo. Si
queremos entender el valor de la posición depresiva, creo necesario hacer una
brevísima revisión de su antecesora en los estadios del desarrollo; la posición
esquizo-paranoide.
Para Klein, en la infancia más temprana
surgen las ansiedades características de las psicosis y éstas llevan al yo a
desarrollar mecanismos defensivos específicos (escisión, proyección e
introyección). Esto “ejerce una profunda influencia en todos los aspectos del
desarrollo, incluyendo el desarrollo del yo, superyó y relaciones de objeto”
(Klein, p.11, 1946). Las relaciones objetales existen desde el comienzo, siendo
el primer objeto el pecho materno, que es escindido en un pecho bueno
(gratificador) y un pecho malo (frustrador). Esta escisión lleva a una
separación entre amor y odio. Los impulsos destructivos se dirigen al objeto,
lo que conduce por medio de identificación proyectiva, a sentimientos y temores
persecutorios muy intensos. Es justamente en esta etapa que tienen su punto de
fijación las esquizofrenias y otros fenómenos psicóticos. Con este respecto,
creo que sólo a partir de esta teorización -basada en el trabajo de Klein con
niños pequeños-, es que podemos entender (ó comenzar a entender) el caótico
mundo de los pacientes psicóticos.
Ahora bien ¿Cómo entra la posición
depresiva en esta ecuación? Klein le atribuyó a la posición depresiva un papel
central en el desarrollo temprano debido a que ésta representa la introyección
del objeto como un todo y una fundamental modificación en las relaciones
objetales del niño. Se da una síntesis entre los aspectos amados y odiados del
objeto total, lo que da origen a sentimientos de duelo y culpa que representan
progresos esenciales en la vida emocional e intelectual del niño. (Klein, 1946)
Quizás la palabra “integración” podría resumir este peculiar fenómeno:
Los aspectos amados y odiados de la madre ya no son
percibidos como tan separados, y en consecuencia se produce un mayor miedo a la
pérdida, un fuerte sentimiento de culpa y estados análogos al duelo, porque se
siente que los impulsos agresivos se dirigen contra el objeto amado. (Klein,
pp. 23-24, 1946)
Esto conduce a la aparición de un
impulso de reparación (y auto-reparación). La experiencia de sentimientos depresivos
tiene el efecto de integrar más al yo, ya que contribuye a un mayor
entendimiento de la realidad psíquica, a una mayor percepción del mundo externo
y a una mayor síntesis de situaciones internas y externas. “Dado que el impulso
de reparar o proteger el objeto dañado prepara el camino para relaciones de
objeto y sublimaciones más satisfactorias, aumenta a su vez la síntesis y
contribuye a la integración del yo.” (Klein, p.24, 1946)
Es importante apuntar que si el temor
persecutorio y los mecanismos de defensa primitivos son demasiado intensos, el
yo se incapacita para elaborar la posición depresiva y se obliga a volver a la
posición esquizo-paranoide. Klein asegura que para que se lleve a cabo un
adecuado desarrollo entre las posiciones, las experiencias gratificadoras externas son de gran
importancia (El concepto winnicottiano de holding,
nos ayudará a entender este proceso más adelante).
Para Klein, el fenómeno anteriormente descrito
es una etapa normal en el desarrollo individual, es decir, no se trata de un
estado patológico como el que podemos ver en nuestros consultorios.[4]
Sin embargo, años más tarde, Winnicott logró encontrar el valor intrínseco de
la posición depresiva en las enfermedades depresivas, pudiendo así hallar un
“punto luminoso en la psicopatología”.
3.
Donald
W. Winnicott y el establecimiento del
estado unitario
En 1963 Winnicott se propuso
examinar la paradoja subyacente a los estados depresivos, que por un lado
encierran el germen de la unificación del self y por otro, son causa de fuerte
sufrimiento y malestar emocional en aquellos que los padecen. Para Winnicott,
la depresión es el punto luminoso de la psicopatología pues está vinculada con
la capacidad de elaborar duelos y sentir culpa, señales de un desarrollo
saludable. A partir de las ideas de Klein antes abordadas, Winnicott desarrolló
nuevas aplicaciones a la psicoterapia y concretamente al tratamiento de
pacientes en depresión, que desde luego, ignoran el valor oculto que trae
consigo su doloroso padecimiento. Para adentrarnos a la psicología de la
depresión, es necesario entender la manera en que se da el desarrollo emocional
del bebé y la perspectiva que Winnicott tiene con respecto a la posición depresiva
infantil.
En un primer momento el bebé es el
ambiente y el ambiente es el bebé, no existe una clara diferenciación entre el
adentro y el afuera, entre el yo y el no-yo. Cuando la crueldad de los ataques
instintivos contra el objeto cede lugar a una naciente apreciación de la madre
como persona que cuida y alimenta, de manera gradual y a través de un ambiente facilitador, el bebé excluye
de su self algunos objetos y más
tarde el ambiente en su totalidad.[5]
(Winnicott, 1963) Así, el bebé se convierte en una unidad y puede sentir que
tiene un interior.
Fácilmente se echa de ver que hay un enorme crecimiento en
esta progresión de la crueldad a la preocupación, de la dependencia de la Parte
de Mí a las relaciones de la Parte de Mí, de la preambivalencia a la
ambivalencia, de la disociación primaria entre los estados calmos y excitados a
una integración entre estos dos aspectos del self. (Winnicott, p.106, 1967)
En el primer momento (análogo a
la posición esquizo-paranoide de Klein) la madre sostiene la situación en el
tiempo, mientras el bebé encuentra un modo de llegar a la posición depresiva. Cuando
el ambiente facilitador no es suficientemente bueno, el proceso madurativo se
debilita o se interrumpe. En cambio, si la madre sostiene día a día la
situación, el bebé tendrá tiempo para discriminar los resultados de su
experiencia instintiva y rescatará lo bueno y sustentador, con lo que puede
reparar imaginariamente el daño provocado. Si se llega a la etapa en que el
niño puede experimentarse como unidad y sentirse capaz de dominar sus
tempestades pulsionales y contener las
presiones y tensiones que surgen en la realidad psíquica interna, éste adquiere
la capacidad de sentirse deprimido, lo cual para Winnicott, es un logro del
desarrollo emocional. Es necesario aclarar que ésta no es una enfermedad depresiva; ésta resultaría
algo completamente anormal. Se trata de un estado en que el bebé se vuelve
capaz de discriminar lo bueno y lo malo dentro del self. (Winnicott, 1967) Esto no significa que la enfermedad
depresiva carezca de valor, ésta contiene el germen de la salud en los estados
críticos.
Winnicott relaciona la depresión con la
fortaleza yoica, el afianzamiento del self
y el descubrimiento de la identidad personal y por ello, se atreve a
examinar la idea de que la depresión es valiosa. La causa principal de la depresión es una
experiencia nueva de la destructividad y de las ideas destructivas que acompañan
a las relaciones de objeto tempranas. “Estas experiencias requieren una
reevaluación interna, y lo que percibimos como depresión es esa reevaluación”
(Winnicott, p.90, 1963). De esta forma, la depresión promueve la introspección,
la reparación y a su vez la integración del self
en un estado unitario. Ilustraré este fenómeno con un breve ejemplo clínico:
Un paciente de 27 años cayó en
depresión después de salir de un tormentoso triángulo amoroso y de haber
experimentado múltiples fracasos académicos. En ocasiones se vale de evidentes
defensas maniacas para contrarrestar su intenso dolor. Esto no siempre funciona
y sus episodios depresivos resultan destructivos y agotadores. Sin embargo, me ha
expresado repetidas veces que cada vez que logra superar un momento de
depresión se siente “un poco mejor” que al comienzo de su enfermedad.
Recientemente, durante un episodio depresivo, soñó que encontraba
llorando al amigo con quien se disputaba el amor de la mujer del mencionado
triángulo. En el sueño, éste le dice: “Yo también he sufrido mucho esto” y lo
abraza emotivamente. Mi paciente experimenta compasión y lo abraza de vuelta.
Sorprendido por el contenido de su sueño, me pregunta: “¿Eso quiere
decir que lo he perdonado?”, a lo que yo respondí: “Yo creo que lo estás
comenzando a ver como una persona completa, con virtudes y defectos y que
incluso puedes sentir empatía por él y darte cuenta que no fuiste el único que
sufrió la situación”.
Justo con esta viñeta podemos
observar cómo el estado depresivo de mi paciente, lo ha conducido a integrar -de
manera gradual- sus objetos internos, a desarrollar una culpa sana y a
resignificar sus experiencias difíciles.
4.
Algunas
conclusiones
Debemos tener muy presente que el
valor de la depresión se encuentra latente y únicamente dejando fluir el libre
curso del estado depresivo es que podrá hacerse consciente. Winnicott afirmó:
“Podemos ayudar a una persona deprimida adoptando el principio de que debe
tolerarse la depresión hasta que cesa espontáneamente y reconociendo el hecho
de que sólo la recuperación espontánea resulta satisfactoria para el
individuo.” (Winnicott, p. 91, 1963) Por
ello, el clínico no debe suprimir la depresión de su paciente, ni esforzarse
por levantarle el ánimo o alegrarlo señalando las maravillas que ofrece la
vida. La única forma de ayudar a nuestro paciente deprimido, es fomentando la
tolerancia al estado mediante el adecuado holding
en la relación transferencial; sosteniendo la situación en el tiempo y haciendo manifiestos los aspectos positivos
que la depresión trae consigo, recordando lo que dijo Klein (1952): “mientras
son vivenciados los sentimientos depresivos, simultáneamente el yo desarrolla
medios para contrarrestarlos” (p.89).
5.
Bilbiografía
·
Klein, M. (1946/2009) Algunas conclusiones teóricas sobre la vida emocional del bebé en
Obras Completas Vol. 3 Envidia y gratitud. México, D.F.: Paidós
·
Klein, M. (1946/2009) Contribución a la psicogénesis de los
estados maníacos-depresivo en
“Obras Completas Vol. 1 Amor, culpa y reparación. México, D.F.: Paidós
·
Klein, M. (1952/2009) Notas sobre algunos mecanismos esquizoides en Obras Completas Vol.
3 Envidia y gratitud. México, D.F.: Paidós
·
Winnicott, D. (1963/2009) El valor de la depresión en El hogar, nuestro punto de partida.
Ensayos de un psicoanalista. Buenos Aires: Paidós
·
Winnicott, D. (1967/2010) La posición depresiva en La naturaleza humana. Buenos Aires: Paidós
[1]
Las bastardillas son mías.
[2] Al
utilizar la palabra “valor” o “valioso” en este artículo, me refiero a
fenómenos que promueven el crecimiento y el bienestar psíquico.
[3] Contribución
a la psicogénesis de los estados maníacos-depresivo en “Obras Completas Vol. 1 Amor, culpa y reparación” Paidós, 2008
[4]
Aunque podemos entender muchas de las patologías que tratamos en nuestra labor
diaria a partir de su origen en las posiciones infantiles propuestas por Klein.
[5]
Las bastardillas son mías